Más allá de sus goles y su destreza con el balón, Francisco “Chamaco” Valdés en la dictadura fue un hombre de convicciones firmes. Su legado trasciende las canchas y se adentra en un capítulo oscuro de la historia de Chile, donde el fútbol también sufrió sus consecuencias.
Chamaco Valdés en la dictadura
El ídolo que se arriesgó por sus amigos
En los años de la dictadura, cuando el Estadio Nacional se transformó en un centro de detención y tortura, Valdés demostró una valentía inusitada al desafiar al régimen para rescatar a su amigo y compañero, Hugo Lepe.
Lepe, ex seleccionado nacional y militante socialista, fue detenido tras el golpe de Estado. Su pasado político lo convirtió en un objetivo para la dictadura. Al enterarse de su detención, Chamaco, en su calidad de capitán de la selección chilena y figura pública, no dudó en utilizar su influencia para intentar liberarlo.
Un rescate heroico
Armados de coraje y determinación, Valdés y un grupo de amigos emprendieron una búsqueda incansable por los distintos centros de detención. Conocido y respetado en todo el país, Chamaco logró acceder a lugares que para muchos eran inaccesibles.
Tras semanas de búsqueda, finalmente logró dar con el paradero de Lepe en el Estadio Nacional. Con su carisma y su autoridad, Valdés logró que liberaran a su amigo y a otros detenidos. “Nadie me tocará un pelo a mí, yo soy el ‘Chamaco’ Valdés” según dice la investigación ‘Leyenda hay una sola: la historia de Colo Colo 73’ de Axel Pickett.
Un líder silencioso
La historia de Chamaco Valdés y Hugo Lepe es un ejemplo de solidaridad y amistad en tiempos difíciles. El ídolo de Colo Colo demostró que el fútbol puede ser mucho más que un deporte, y que los deportistas también pueden ser agentes de cambio.
Como recuerda Leonardo Véliz, ex compañero de Valdés, el “Chamaco” no era un líder que alzara la voz, sino que ejercía su influencia de manera más sutil. Su carisma y su popularidad le permitieron abrir puertas y lograr cosas que otros no podían.
Así lo describe: “Chamaco no era ese jugador que alzaba la voz, él tenía un liderazgo mucho más silencioso. Hablaba en la cancha, con la pelota. Y en términos políticos, además, era bien transversal y eso le permitía llegar con facilidad a los dirigentes. Como cuando llegó al Estadio Nacional a tratar de que dos ex compañeros de él, (Hugo) Lepe y Mario Moreno, salieran de ese lugar donde estaban detenidos. Chamaco tenía ese carisma, que fue gestando de a poco y de una forma muy silenciosa”.
